La gestión emocional forma parte del aprendizaje que un ser humano necesita para mantener un equilibrio saludable. Es un aprendizaje abstracto, complejo y subjetivo, que además está prácticamente desatendido por la cultura en la que vivimos. No obstante, siempre hay un primer paso por el que empezar el largo pero interesantísimo camino de la autogestión interna.
Lo primero que tienes que saber es que tus emociones no te informan sobre lo que está pasando fuera de tu mente, para eso están tus sentidos. La información que te ofrecen tus emociones tienen que ver con lo que está pasando dentro de tu ser. Puedes construir una realidad basada únicamente en tus emociones, pero no es recomendable ¿Cuántas veces te has abrumado sin razón aparente? ¿En cuántas ocasiones has anticipado escenarios apocalípticos que jamás sucedieron? ¿Cuántas te has sentido mal contigo misma/o aun sabiendo que eres buena persona? Todas estas preguntas nos sirven para ilustrar el poder de tus emociones. Este poder es tal, que puedes construir toda tu realidad a partir de ellas, pero si tu pensamiento consciente, objetivo y voluntario no está en modo on para equilibrar toda esa energía, lo normal es que te desequilibres.
Para que puedas empezar a sacarle partido a este post, pon atención. La próxima vez que sientas agobio, tristeza, ira o culpa, observa lo siguiente: simplemente estás experimentando una emoción, obsérvate teniendo una emoción concreta y confía en que esa emoción no está configurando el mundo en el que vives, sino únicamente la mente que habitas. Y ahí mandas tú (o deberías). Como dice Steven Hayes, sal de tu mente y entra en tu vida, las emociones desatadas suelen presentar realidades más oscuras que las que en realidad experimentamos. Así que en lugar de construir toda una película en base a un sentir, obsérvalo sin juicio y con independencia de todo lo demás. Verás que te resulta mucho más amable gestionar tu vida sin ser víctima de la intensidad emocional.
