En 1.622, Camilo Baldo, profesor de Filosofía de la Universidad de Boloña, editó un tratado sobre “como a través de un escrito se conoce la naturaleza y cualidades del escritor”. A partir de ahí nacieron las Escuelas clásicas: Francesa, Suiza, Alemana, Argentina e Italiana, que constituyen hoy los fundamentos esenciales grafológicos.
También es necesario nombrar la Escuela Inductiva, que se le ha ido dando forma, gracias al aporte de reputados grafólogos a lo largo del tiempo. Es la que estudia por separado cada letra, mayúscula o minúscula, los números, los signos de puntuación, los subrayados…
Cómo trabajamos:
Los trazos gráficos que se realizan al escribir no responden a algo arbitrario. Las situaciones anímicas y la propia personalidad del individuo son variables según las circunstancias y esto es lo que hace que la escritura esté sujeta a importantes diferencias. Pero también existen ciertas características constantes, que son intrínsecas a la persona, y estas son precisamente sobre las que trabaja la Grafología. Nunca interpretaremos los datos de forma aislada pues hay que observar la interacción que establecen entre ellos, pudiendo reforzarse entre sí o no.
Y para concluir, os dejo con una frase de la Escuela Suiza: “la hoja donde escribimos, es un campo gráfico en el cual el sujeto se mueve escribiendo, del mismo modo como se comporta en sociedad”. Es decir trasladamos al texto escrito nuestro comportamiento social.
Pero la firma es nuestro “Yo” más íntimo, ese que dejaremos ver o no. Ya hablaremos de todo ello.